
Luego de un tiempo sin pronunciarse tras el atentado fallido en su contra, Cristina apuntó contra las ganancias extraordinarias de los sectores concentrados.
El pasado 4 de noviembre, Cristina Fernandez de Kirchner reapareció ante un auditorio por primera vez desde el intento de atentado que sufriera dos meses atrás. El escenario elegido por la vicepresidenta fue el cierre de un plenario de trabajadores de la UOM en la localidad de Pilar. Durante esa pausa se limitó a su rol institucional como presidenta del senado y a algunas expresiones aisladas en sus redes sociales. Esto hace suponer que, de alguna manera, el magnicidio fallido cumplió con su objetivo, ya que las dos veces presidenta de la nación mantuvo un perfil bajo pese a que venía canalizando el ataque judicial con respaldo popular y una homogénea defensa en las filas del Frente de Todos. Por lo menos así fue durante esos dos meses.
Es sabido y evidente que ningún liderazgo político como el de CFK concentra tanta atención. Cada vez que abre la boca genera la reacción del resto del arco político y la cobertura obligada de todos los medios de comunicación. No necesita girar por los estudios de televisión para aparecer en todas las pantallas, y sus periodos de silencio parecen potenciar la fuerza de su discurso. A la luz de todos los reflectores aprovecha para poner en agenda los temas más relevantes de la política nacional. En este caso, centró su alocución en la distribución de las ganancias. Según reza uno de los muchos refranes peronistas, existen dos clases de hombres: los que trabajan y los que viven de los que trabajan. Cristina eligió dar este discurso junto a esa primera clase de hombres para dejar en claro su posición en esa disputa.
UN ROL CONFUSO
El papel que ella desempeña suele ser cuestionado especialmente cuando se desliga de su responsabilidad como parte de este gobierno. Allí expone que no ensaya una defensa sin fisuras de la alianza electoral que ella misma diseñó. Es un barco que se hunde y para poder presentarse como una reserva de esperanza para sus votantes, necesita que Alberto no la hunda con él. En este complejo acto de escapismo, en el que reivindica los doce años kirchneristas y recuerda la responsabilidad de Macri en el actual descalabro, el único al que le tiende una mano es a Sergio Tomás Massa, como si su plan fuese muy distinto al que venían ejecutando Martín Guzman y el FMI.
Parece una situación anómala, no obstante, hay argumentos que avalan una posición crítica de la presidenta del senado, pese a que acompañó al presidente del ejecutivo en la lista que resultó victoriosa en 2019.
Dentro de la Constitución de la Nación Argentina, en su segunda parte, el vicepresidente figura como funcionario del poder ejecutivo. Sin embargo, su rol es ser nexo entre los poderes ejecutivo y legislativo, ya que a la vez preside el Senado de la Nación. La división de poderes en el sistema republicano argentino, en ejecutivo, legislativo y judicial, garantiza el control de un estamento sobre el otro, por lo que no debería extrañar que algún Poder ponga dudas sobre las acciones del otro. Sobre todo cuando el kirchnerismo considera que el presidente está incumpliendo con el pacto electoral.
Cabe recordar que en el año 2008, en el medio de una disputa de dimensiones inesperadas entre las patronales agrarias y el gobierno que encabezaba la propia Cristina Fernandez de Kirchner, fue el vicepresidente Julio Cobos quien con su famoso “voto no positivo” definió la disputa en el senado por la resolución 125 a favor del “campo” y en contra de los deseos del ejecutivo.
Otro vicepresidente que le creó un cimbronazo al primer magistrado fue Chacho Alvarez, que renunció a su cargo el 6 de octubre de 2000, denunciando corrupción en la administración de De la Rúa y en el Senado nacional, escándalo conocido como el de “las coimas en el Senado”, y que desencadenaría la mayor crisis institucional del país.
EL EJE EN LA DISTRIBUCIÓN
El concepto de puja distributiva se utiliza para aludir a la disputa por la distribución de la riqueza generada en el proceso productivo. La puja distributiva iniciada desde la recuperación de la pandemia significó un nuevo avance de un sector muy reducido y concentrado de la economía mundial y nacional. Los récords de inflación durante 2021 en los países centrales y en varios países de la región estuvieron impulsados, primero, por “los cuellos de botella” en las cadenas de producción global, cambios en el comportamiento de la demanda y fuertes programas de estímulo que se tradujeron en una mejora de los márgenes de ganancia en desmedro de los salarios no acompañaron al mismo ritmo de los precios. Argentina no fue la excepción a este proceso de mejora de la rentabilidad a escala global pero a diferencia de otros países, arrastraba un fuerte deterioro en la distribución del ingreso desde los dos años previos a la pandemia.
“Hay 17 puntos entre productividad y salario. Y quiero detenerme en esto, porque la doctrina liberal de la economía les dice hoy a los trabajadores que el salario es igual a la productividad. Miren, no es así, esa diferencia es la renta extraordinaria que está tomando el capital hoy en la República Argentina”, detalló Cristina ilustrando la brecha con un gráfico.
La mejora en la rentabilidad empresaria se dió en una economía como la nuestra que ya tenía un alto nivel de inercia inflacionaria, mediante una aceleración de las tasas de inflaciónque ganó en velocidad a los incrementos de los salarios. El hecho de que la inflación se acelere en un contexto de deterioro de la distribución del ingreso, quita fuerza a las teorías que buscan explicar los aumentos de precios por impulsos salariales, poder sindical, etc. Con esa coyuntura la ex presidenta avala un aumento de suma fija que viene ganando consenso y ya es casi un hecho.