15 octubre, 2025

La reiteración de las quemas de pastizales en el Delta muestran tanto un patrón de comportamiento extractivista de los productores agropecuarios como la necesidad de una ley de humedales.


¿Qué es lo que está sucediendo?


     Desde inicios de agosto asistimos al regreso con virulencia de los incendios en el Delta del Paraná, más específicamente en las islas entrerrianas frente a la ciudad Rosario. Como rasgo distintivo de los demás incendios que hemos visto en nuestro país en los últimos años, el Delta pareciera ser un punto de persistencia y reincidencia.


     Según algunos cálculos, se estima que aproximadamente un 5% de los incendios son por causas naturales (un rayo sobre un árbol, por ejemplo) y el 95% restante es por causas antrópicas que pueden ir desde simples accidentes, pasando por negligencia (una fogata que se apagó mal, por caso) hasta una intencionalidad manifiesta. Por lo tanto, aún dentro de los de origen humano, los incendios pueden generarse de diversas formas. Sin ir más lejos, las quemas de biomasa son una práctica común en la agricultura para renovar pasturas y reducir el riesgo de incendios por acumulación de material combustible.


   Sin embargo, esta persistencia de los focos en el Delta que observamos, parece corresponder más bien a una dinámica intencional. La superficie afectada por incendios en 2020 fue de 509.637, en 2021 de 155.860 y en lo que va de 2022 de 104.062 hectáreas, según los reportes de la asamblea Basta de Quemas.


Hablemos sobre el Delta


          El Delta del Paraná ocupa alrededor de 17.500 km2 en un territorio compartido por las provincias de Entre Ríos, Buenos Aires y Santa Fe, y unos 20 municipios.


         En términos estrictamente ambientales, el territorio destaca por su heterogeneidad con una rica biodiversidad sobre la cual se montan diferentes actividades productivas.


        Es posible separar la zona del Delta en Inferior, Media y Superior. En el Delta Medio y Superior podríamos decir que la ganadería se estableció como una actividad relevante. Ello se dio especialmente merced de un proceso de desplazamiento de la ganadería desde la región pampeana -donde ahora la soja lo cubre casi todo- hacia la zona del Delta.


      En el Delta Inferior existe una diversificación de actividades: fruticultura, forestación, apicultura y pesca de sábalo, entre otras. En muchos casos, las son llevadas a cabo en forma artesanal por pequeños productores o cooperativas, pobladores isleños y ribereños.


      A todo esto es menester agregar que los incendios de los últimos años se dieron en un contexto muy peculiar: años seguidos de sequía y bajante del Paraná, que pone al ecosistema en una condición de mayor vulnerabilidad, por lo que cualquier chispa puede provocar un incendio y éste tiene un gran potencial de propagación.


¿Quién o quiénes provocan los incendios?


     Por un lado tenemos al Ministerio de Ambiente nacional que cree que los incendios son intencionales. Tanto es así que han hecho denuncias judiciales contra los dueños de los campos donde hay focos basándose en imágenes del sistema de monitoreo del Ministerio.


       “Lo que sucede es la avaricia del sector productivo. En vez de esperar a que se renueven naturalmente las pasturas o conformarse con la superficie de pastoreo para el ganado, queman pajonales y pasturas para renovarlas antes de las lluvias de primavera. Esto es lo que estamos viviendo hoy.  Esta es la razón principal (de los incendios). Hay algo vinculado también a proyectos inmobiliarios, quemar para preparar la tierra y un cambio de suelo con futuro de proyectos inmobiliarios, pero el 90% es quema de pajonales para extender la superficie de pastura del ganado” en palabras de Juan Cabandié.


         El avance de la actividad ganadera sobre el Delta no es nuevo. Como dijimos anteriormente, la combinación de la expansión de la frontera de los cultivos que empujaba a las vacas a nuevos territorios junto con un período relativamente largo de aguas bajas en el Delta, configuró una excelente oportunidad para llevar más animales a las islas. Según contaba el investigador Rubén Quintana, en el año 1997 había 160.000 cabezas de ganado en la región. Una década más tarde habían aumentado más de 10 veces hasta llegar a la cifra de 1.750.000.


      En 2008 las quemas en el Delta afectaron a más de 200.000 hectáreas dando nacimiento al Plan Integral Estratégico para la Conservación y Aprovechamiento Sostenible en el Delta del Paraná (PIECAS-DP), un acuerdo interjurisdiccional entre las provincias de Buenos Aires, Santa Fe, Entre Ríos y el gobierno nacional para gestionar los humedales del delta del Paraná como una unidad ecológica, más allá de las fronteras políticas.


        Actualmente también están creciendo las cabezas de ganado, aunque de forma mucho menos espectacular. Desde que se intensificaron los incendios, creció un 50% la cantidad de ganado vacuno en las islas. De este modo la población vacuna en el Delta pasó de 130.992 a 191.662, en solo cinco años.


           No obstante, en 2016 hubo una crecida en el Delta, lo cual provocó que los productores ganaderos sacaran al ganado de las islas, con lo cual la comparación con 2017 es problemática. De hecho, si bien es cierto que el stock creció en los últimos años, está bastante lejos de los máximos de la década de 2000–2010.


       Entonces, parece haber cierta correlación en el tiempo entre el avance de la ganadería y los incendios, pero, al menos con la información que se cuenta es apresurado en el análisis plantear causalidades estrictas y, en especial, explicar todos los incendios por el avance de la ganadería como si fuera un fenómeno monocausal.


      Hay que tener en cuenta otros factores como la reducción de monitoreo y control a partir de la cuarentena dictada en 2020, las condiciones de sequía y bajante del río Paraná e incluso tal vez alguna intencionalidad política.


      Por todo lo dicho anteriormente es que cobran relevancia las marchas y reclamos por la sanción de la Ley de Humedales. Una ley que, cada día que pasa, se hace más necesaria.

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