16 octubre, 2025

Los portadores de la rabia le apuntan al perro equivocado

0

¿Cuánto nos tenemos que acercar al borde para tomar dimensión del precipicio? Cuando el jueves por la noche Fernando Sabag Montiel, de 35 años, gatillo dos veces a pocos centímetros del rostro de la Vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, el país contuvo la respiración unos instantes. Pensar que cosas podrían haber cambiado, cómo hubieran reaccionado unos y otros, es un ejercicio casi tortuoso para la imaginación. Está más que claro que la custodia de Cristina falló en su reacción ante el hecho, tanto en la inteligencia como en la logística de su arribo al hogar. Algo que se venía repitiendo de manera similar en los días previos y que pudo haber sido estudiada por el o los perpetradores. Tampoco ayudó el fervor militante, ni el magnetismo de Cristina con la gente, la necesidad de recargar pilas en contacto con el pueblo. Pero a este momento no se llega mágicamente, hace varios años que se viene sembrando el odio y construyendo esta posibilidad.


Más allá del rumbo que tome la investigación, si es que resulta o no que era parte de una organización más grande, y si lo era, si él y su cómplice y pareja, eran conscientes de esto, el atentado contra Cristina se inscribe en un contexto de violencia discursiva que crea el clima que permite explicar y dar sentido a las acciones de las personas pero que nunca las determina. Ni políticos como Patricia Bulrich o Javier Milei, o periodistas como Eduardo Feinman o Jorge Lanata forman parte de los círculos de derecha de los que se nutre el tirador, pero si forman parte del habitual consumo con que se fogonea el odio desde los medios y a través de las redes. 


En el clima de época podemos encontrar algunas pistas pero no todas las respuestas. Un político de la formación del ex ministro y ex candidato a presidente, Ricardo Lopez Murphy, supo darle mucho más al debate político que su expresión “es ellos o nosotros”. El reduccionismo al que lleva su discurso habla de cómo se rebaja al nivel de sus nuevos competidores en el espacio liberal. La polarización extrema y el retorno de una “amenaza comunista”, traída de entre los muertos por la derecha tiktokera, crean el contexto propicio para que los lobos solitarios decidan pasar a la acción. El problema no termina siendo los discursos extremos, sino que el extremismo de derecha corrió tanto el eje de discusión que cualquiera que demuestre compasión o empatía puede ser calificado como “colectivista” sin que medien mayores argumentaciones.


Cristina ya está presa


Apenas iniciado el juicio de Vialidad la propia Cristina podía anunciar que su sentencia ya estaba escrita, y de hecho ya está presa. Vive en una prisión domiciliaria virtual. Los canales de televisión proveen de las cámaras de seguridad que vigilan cada uno de sus movimientos, la policía monta vallados en la zona y filtra el paso a su propio hijo. El arma de Sabag Montiel funcionó como amenaza que cohersiona su accionar.


Pero lo que seguramente indigna más a la conductora del Frente de Todos, es que está presa de un gobierno peronista, presa de un gobierno inmóvil por su inacción. Débil ante el poder real y el sector financiero. Dialoguista con los poderosos que no los votan y riguroso contra los débiles que le son leales. Incapaz de transformar una correlación de fuerzas que presupone adversa y que parece no querer modificar. Los funcionarios más cercanos a Alberto, y el propio Alberto, dan notas en los mismos medios donde se difunden los discursos de odio y que reciben importantes aportes de pauta oficial.


Cristina está presa de un gobierno que la obliga a ser parte de un ajuste. Así como el menemismo llevó adelante las medidas más osadas de la ola privatizadora del neoliberalismo con el peronismo resignado ante la caída inminente del muro de Berlín y la hegemonía norteamericana que se impone. El mejor negocio para el establishment es ese peronismo domado, por eso CFK se transforma en la presa más codiciada, porque es la última rebelde a vencer.


Se picó el partido


El nivel de violencia escala y se vuelve intolerable. El país se divide y ni siquiera la clase política se unifica ante el repudio de lo que pudo haber sido una tragedia de dimensiones históricas. El sábado siguiente al intento de magnicidio el pleno de la cámara de diputados se convocó en sesión especial para sacar una declaración que para lograr consenso tuvo que omitir frases que pudiese herir las susceptibilidades de los hostigadores del odio. 

Ese mismo sábado al reanudarse la fecha de fútbol los equipos posaron mezclados para dar muestras de unidad ante tamaña división entre argentinos, sin embargo, los relatores no comentaron tan simbólico gesto.


La polémica desatada por la declaración de feriado para el día posterior al atentado soslayaba lo difícil que hubiese sido la situación de cualquier empleado que encontrándose profundamente conmovido por lo acontecido le pidiese de tomarse el día a un jefe antikirchnerista o viceversa. Con el feriado, Alberto nos hizo un favor a todos, ¿pero qué va a pasar de acá en más? ¿Hasta dónde se van a poder contener los ánimos?

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *