
El reclamo de los y las estudiantes con tomas y pernocte en los establecimientos educativos contiene varias demandas que el gobierno porteño parece no escuchar.
Las causas del conflicto
Desde principios de septiembre hasta los primeros días de octubre asistimos a un gran levantamiento estudiantil porteño. Alrededor de 20 colegios porteños llevaron adelante tomas, pernoctes y abrazos simbólicos a las escuelas. Entre ellas podemos nombrar al colegio Mariano Acosta, Lengüitas, Mariano Moreno, Esnaola, Osvaldo Pugliese, Agustín Tosco. También, la Claudia Falcone, García Lorca, Escuela de Cerámica N° 1, Rodolfo Walsh, Julio Argentino Roca, Nicolás Avellaneda, Danzas N° 1, de Teatro, Yrurtia y Liceo 5.
Los reclamos de los y las estudiantes están vinculados al descontento con las Actividades de Aproximación al mundo laboral (ACAP), pasantías en las cuales trabajan sin ningún tipo de remuneración para alguna empresa, sin acompañamiento por parte de autoridades escolares, y quitando horas de estudio en la escuela. Está claro que el objetivo último es ofrecer a los y las estudiantes como mano de obra gratuita por parte del Gobierno de la Ciudad. También se pide por las viandas de los desayunos y almuerzos, ya que llegan en mal estado, en cantidades insuficientes, o directamente no son enviadas por el gobierno. A esto se suma el histórico pedido de mejoras en las condiciones edilicias en las cuales deben asistir a sus clases cotidianamente.
Las dos consignas principales de la protesta fueron: “Con hambre no se puede estudiar” y “No a las ACAP (Actividades de aproximación al mundo del trabajo y a los estudios superiores)”. En lo que refiere a la primera, exigen la aprobación del proyecto de Ley Integral de Derecho a la Alimentación Adecuada en las Institución Educativas -llevado adelante por los legisladores del Frente de Todos (FdT), Ofelia Fernández y Matías Barroetaveña- en el que se plantea “cambiar el actual paradigma alimentario” en todas las escuelas dependientes del ministerio de Educación porteño, garantizando a estudiantes de todos los niveles y modalidades “el acceso universal y gratuito a una alimentación saludable, segura y soberana”, entendido como un derecho fundamental.
Mientras que en lo respecta a las ACAP o prácticas laborales obligatorias para los alumnos y alumnas del último nivel secundario de la Ciudad, éstos expresaron: “Creemos inadmisible que se nos niegue el derecho a la educación al perder horas irrecuperables de clase y que se nos ponga en riesgo al no ser acompañados por profesores responsables de las prácticas”.
La violenta respuesta de Acuña y Rodriguez Larreta
¿Qué hizo el gobierno porteño ante esta situación? Lejos de escuchar a sus ciudadanos y ciudadanos, echó más leña al fuego: presentó una denuncia penal contra los familiares de los y las estudiantes que tomaron las escuelas, así como anunció que presentarán una denuncia civil para que paguen una suma de dinero igual a los salarios de los y las docentes por cada día que se encuentran tomadas las instituciones. No obstante, de mayor gravedad ha sido el envío de efectivos de la Policía de la Ciudad a las casas de los y las estudiantes para notificar las denuncias. De esta manera, buscaron extorsionar a los padres y madres, y amedrentar a los y las jóvenes para quebrar la lucha que vienen dando. Además, desde el gobierno porteño se calificó como “una demanda y una manifestación violenta y absolutamente política” y se denunció que las tomas fueron “fogoneadas por el kirchnerismo” a través de los y las docentes afiliados al sindicato UTE (Unión de Trabajadores para la Educación).
Por otra parte, a mediados de octubre el Ministerio de Educación de la Ciudad de Buenos Aires determinó que se extenderá el período de clases hasta el 23 de diciembre en aquellas escuelas que fueron tomadas recientemente por alumnos/as del ciclo secundario, como una especie de mecanismo de compensación por los días “perdidos” por toma.
En palabras de Soledad Acuña: “Nuestra obligación como adultos es enseñarles a los chicos a dialogar y a participar, pero entendiendo siempre que hay otros derechos que deben respetarse y que todas esas diferencias deben poder convivir en una misma sociedad”. La cartera de Educación porteña remarcó que las y los estudiantes que participaron de las tomas de las instituciones escolares verían afectada su condición de alumnos regulares por tener faltas injustificadas y no llegar a cumplir con el 85 por ciento de asistencia durante el bimestre pasado.
La voz de los y las estudiantes
Más allá de las declaraciones en (y para) la tele, la realidad indica que las y los estudiantes denunciaron que no fueron recibidos ni escuchados por la ministra por lo que, a pesar de levantar las tomas, mantienen los reclamos vivos. Desde el colegio Mariano Acosta manifestaron, en reiteradas ocasiones, la “falta de diálogo” por parte de la cartera educativa que solo se dirigió a la comunidad educativa para avisar de las sanciones que podrán recibir de continuar con la medida de protesta.
En diálogo con C5N, la presidenta del centro de estudiantes del Acosta (CESMA), Carla Andrade, afirmó: “Los reclamos parten de la necesidad de las viandas con cantidad para todos, porque no nos llega ni para la mitad del estudiantado”. Y, a su vez, denunció: “Nos estamos enfrentando a una gran persecución política, se están manejando con mucha violencia, subestimando a los pibes en la política; lo hace Acuña al decir que los docentes adoctrinaban a los pibes”.
Asimismo, el propio vicerrector del Acosta, Julio Pascuarelli, adhirió al reclamo y resaltó que por falta de arreglos y mantenimiento se viven “situaciones severas de riesgo”. Y concluyó:
“Se nos caen las puertas, los vidrios y los chicos reciben viandas que no son suficientes para jornadas extendidas de tres días, de 8 a 19 horas”.
Nuevamente podemos observar cómo el supuesto gobierno del “diálogo y consenso” responde violentamente ante cualquier disenso que surja en la ciudadanía porteña y no se ajuste a su modelo de ciudad. La estigmatización discursiva y el involucramiento judicial y policial en el asunto pone de manifiesto el corrimiento hacia la derecha extrema por parte de Rodriguez Larreta al cual solo parece importarle su candidatura presidencial.