LA DEMOCRACIA PROSCRIPTA

El genio de Charly García cantaba allá por los inicios de los años ´80 en su memorable Canción de Alicia en el país que “los inocentes son los culpables dice su señoría, el rey de espadas”. En esos momentos todavía gobernaba de facto la Junta Militar y, como en toda dictadura cívico-militar, el Estado de Derecho brillaba por su ausencia.
Este año se cumplen 40 años de la recuperación de la democracia en un proceso que se cobró una gran cantidad de vidas. Es el período de mayor continuidad democrática de nuestra historia. Y si bien este presente no es idéntico al momento en el que Charly escribió su canción, “el rey de espadas” de ayer podría ser comparable al presidente de la Corte Suprema de Justicia y los miembros que la componen. Es que Horacio Rosatti y quienes lo secundan se arrogan potestades que lisa y llanamente destruyen el principio republicano de la independencia de los poderes.
La nueva “Corte de 4” surgida durante el gobierno de Cambiemos cuenta en su haber con una gran cantidad de intervenciones en la arena de “la política”: desde el punto de coparticipación de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires hasta la conformación del Consejo de la Magistratura. Ojo, la culpa no es únicamente del chancho. Desde hace por lo menos una década que asistimos al espectáculo de la judicialización de la política como muestra de la incapacidad de la clase dirigente de establecer un piso básico de acuerdos y entendimientos. Nobleza obliga.
La cuestión es que, en su última jugada, el Tribunal Supremo de la nación se metió de lleno en las disputas político-partidarias a tal punto que ordenó suspender las elecciones en dos provincias -San Juan y Tucumán- donde los oficialismos -peronistas- tenían grandes chances de ser reelectos. Esta decisión fue tomada a tan solo 5 días de llevarse a cabo los comicios al dar lugar a las cautelares presentadas por las oposiciones de cada provincia.
Si bien las candidaturas de Juan Manzur y Sergio Uñac pueden dar lugar a la controversia -de hecho, el hasta hace poco Jefe de Gabinete de Ministros de la nación ya bajó su candidatura- no deja de llamar la atención el sentido de oportunidad u oportunismo de la medida de una Corte que sin ningún tapujo se inmiscuye en los asuntos de “la política”.
No es menor recordar la connivencia entre sectores de la dirigencia política -casualmente de una de las dos coaliciones más importantes-, del empresariado -mediático/corporativo- y del Poder Judicial manifestada en el encuentro de Lago Escondido, hecho por el cual el ex ministro de Justicia y Seguridad porteño -Marcelo D’Alessandro- renunció a su cargo. Si no lo quieren llamar Lawfare pónganle otro nombre pero la persecución política y judicial existe y siempre recae sobre el mismo bando y, fundamentalmente, la misma persona.
De esto modo terminamos recayendo en la figura de Cristina Fernandez de Kirchner, no sólo por la persecución sufrida en carne propia -con intento de asesinato incluido- sino porque, además, es quien viene advirtiendo desde hace rato sobre el cercenamiento y encorsetamiento de la democracia por parte de la mafia judicial y sus cómplices. Con la claridad y precisión que la caracterizan, la actual vicepresidenta de la nación identificó que el fin último del Lawfare es disciplinar a la dirigencia política y volver a aquella democracia restringida que implosionó en 2001.
Como un espiral, la historia se empecina en repetir determinadas situaciones y el corsi y recorsi del tiempo nos vuelve a colocar en una crisis económica, social, política y de hegemonía tal como sucediera dos décadas atrás. El fenómeno Javier Milei tiene su razón de ser en la bronca hacia la clase política en un revival del “que se vayan todos” sin importar lo que proponga el líder de La Libertad Avanza. Si al hartazgo de la población ante el fracaso de las últimas dos gestiones de las dos coaliciones dominantes le sumamos el comportamiento mafioso de uno de los poderes, el poco margen de maniobra del Ejecutivo y la discusión endogámica en el Parlamento, el combo nos da una democracia sumamente debilitada y desprestigiada en los albores de su aniversario número 40.
En la segunda mitad de este 2023 asistiremos a unas nuevas elecciones ejecutivas en las que ninguna boleta llevará el nombre de Cristina Fernandez de Kirchner. Ya lo había dicho el 6 de diciembre pasado cuando la condenaron en la causa “Vialidad” y volvió a ratificarlo a mediados de mayo ante la posible y más que segura impugnación de su candidatura.
Así estamos en este país donde los inocentes son culpables y el poder real hace gala de su impunidad. Se huele el perfume de la tempestad. Sin embargo, está en las manos de las nuevas generaciones inventar otros futuros posibles y vivibles. Es la hora de tomar el bastón de mariscal para dejar de ser una gerencia del FMI y volver a ese país en serio que Néstor nos legó.