16 octubre, 2025

Censura y castigo: despiden al fotógrafo que ayudó a identificar al represor de Pablo Grillo

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El gobierno de Javier Milei suma un nuevo capítulo a su política de disciplinamiento y censura sobre los trabajadores del Estado y el periodismo comprometido. Esta vez, el blanco fue el fotógrafo Kaloian Santos Cabrera, despedido de su puesto en la Secretaría de Cultura de la Nación tras haber colaborado con material audiovisual clave para identificar al efectivo policial que reprimió brutalmente a su colega Pablo Grillo durante la marcha de jubilados e hinchas en el Congreso.

Santos Cabrera trabajaba desde 2012 en el área de prensa del ex Ministerio de Cultura. El pasado 31 de marzo fue su último día en funciones, víctima de una “reducción de personal” que —según él mismo explicó— fue personalizada y dirigida exclusivamente a él. “Fui el único desafectado de todo el equipo”, denunció en declaraciones a El Destape, medio en el que también se desempeña como fotoperiodista.

La situación no deja lugar a dudas: su despido fue una represalia política encubierta, un castigo por cumplir su rol como periodista y por haber contribuido a la visibilización de una represión ilegítima. El hecho es grave no solo por la arbitrariedad del despido, sino por el mensaje que transmite el Gobierno Nacional: el que documenta, denuncia o visibiliza lo que el poder quiere ocultar, será perseguido.

El propio Santos Cabrera explicó que su contrato había sido renovado apenas por tres meses a comienzos de año —pese a que le correspondía la renovación anual tras aprobar el examen de idoneidad—, y que recursos humanos había admitido que se trataba de un “error”, garantizándole que en abril la renovación sería automática. No lo fue. La Directora de Comunicación de la Secretaría de Cultura, María José Pérez Insúa, le comunicó que “desde arriba” habían ordenado no renovarle el contrato.

Este no es un caso aislado. Desde que asumió Javier Milei, se contabilizan cientos de despidos en distintos organismos del Estado bajo la excusa de “achicar el gasto público”. Pero en muchos casos, como este, el recorte es selectivo y disciplinador, y tiene un componente profundamente político: callar voces críticas, expulsar a quienes defienden derechos, perseguir a quienes denuncian el autoritarismo.

En paralelo, la represión a la movilización en el Congreso —en la que resultó herido Pablo Grillo— se inscribe en la doctrina Bullrich, que ya suma numerosos casos de violencia institucional: palos, gases, detenciones arbitrarias y ahora también, persecuciones por vía administrativa.

“Sabía que esto podía ocurrir con este gobierno y no me arrepiento”, declaró Santos Cabrera. “Mi trabajo en el ministerio fue impecable, con un sentido de pertenencia labrado a lo largo de más de una década, sin importar quién fuera el gobierno de turno. De todo eso y de poder mostrar la realidad a través de mi cámara en la calle, me siento profundamente orgulloso”.

Su caso, como el de tantos otros trabajadores del Estado, interpela a toda la sociedad: ¿Qué lugar tienen hoy la cultura, la prensa y la verdad en el país del ajuste brutal, los despidos masivos y la criminalización de la protesta?

Mientras se desmantelan programas educativos, culturales y sociales, mientras se reprime en las calles y se persigue en las oficinas, la cámara de Kaloian sigue siendo un símbolo de resistencia. Y también una advertencia: cuando el poder le teme a una imagen, es porque esa imagen tiene la fuerza de una verdad que no pueden ocultar.

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